Siempre que puedo, voy a pasear con mi hija Manuela al atardecer. Es uno de esos momentos en los que deseo que el tiempo se pare. Me divierte ir con ella a comprar cositas que nos faltan para la cena, de casa… Le encanta salir a la calle, ¡es una niña despierta y muy curiosa!
La semana pasada nuestra salida fue a la pescadería que tengo cerca de casa con la idea de improvisar la cena de esa noche con lo que me encontrara. La caballa, pescado azul de tamaño pequeño que te asegura ingerir menos contenido de metal, y la gambita mediana de Palamós tenían una pinta buenísima y fresca. Se me hacia la boca agua mientras Manuela me señalaba otros pescados que habían para que le dijera sus nombres. Me permití darme el capricho y compré lo que luego se convirtió en todo un festival!
Preparé una cena sencilla y rápida. Suelo asegurarme de que mis comidas sean equilibradas con suficientes carbohidratos, grasas y proteínas. La proteína y las buenas grasas ya estaban cubiertas con el pescado y el aceite de oliva en crudo. Añadí carbohidratos con la quinoa, que siempre hay en casa, y la verdura que me encontré en la nevera: brócoli.
Quizá encuentres raro que haya una zanahoria en medio de los ingredientes. Es uno de los snacks que me encanta comer mientras cocino.
La mesa está llena de colores que vienen de mis viajes. La vajilla japonesa la compré en Pier River, una de mis tiendas favoritas de NY en la zona de Chinatown, y la combino con unos vasos con borde dorado de Zara Home y los servilleteros que compré en Namibia.
Espero que te guste.
V.