Mis hijas me han visto practicar yoga desde que nacieron. Su curiosidad por el yoga nació de forma muy espontánea y desde el juego: muchas veces me acompañaban junto a la esterilla durante mi práctica, imitándome, preguntándome y también echándose encima mío en cuanto entraba en alguna postura de descanso. En esas ocasiones, terminaba haciéndolas partícipes del momento enseñándoles posturas alegóricas de animales y pequeños ejercicios de respiración, aunque reconozco que sin mucho éxito porque, por más que yo me empeñara en explicarles, ellas no comprendían el “idioma” en el que les estaba hablando.
Creo que comenzar a practicar yoga a una edad temprana es una maravillosa oportunidad. Pronto los niños empiezan a normalizar conceptos tan valiosos como el conectar con tu propio cuerpo, aprenden a utilizar la valiosa herramienta de la respiración, que tan vinculada está a nuestras emociones, y a adentrarse en estados de serenidad y presencia, y, por supuesto, se impregnan de los valores de esta filosofía que tan importantes me parecen para la sociedad actual y del futuro, como son la empatía y la compasión, entre otros.
Ver cómo mis hijas se divertían y disfrutaban en esos momentos de yoga improvisado en casa, (a pesar de no ser “yoga”, estrictamente hablando), adentrándose poco a poco en algo tan vital para mí, me hizo dar el paso definitivo y buscar en el barrio un centro donde impartieran yoga para niños. Así fue como conocí a Catherine Esteve, profesora de yoga infantil con larguísima experiencia en la materia, quien desde entonces enseña yoga a mis hijas de una forma divertida, interesante, placentera y provechosa. Y no sólo ellas aprendieron (y aprenden) de Catherine: yo misma estuve asistiendo a sus clases durante casi dos años para observar y aprender de su trabajo y poder ver en primera persona la respuesta y la evolución de sus alumnos de primaria y adolescentes. Por eso, cuando llegó el momento de gestar mi libro “Crecer Juntos”, no dudé ni un segundo en que ella debía ser la voz experta que me acompañara.
En esas lecciones como “oyente” pude ver cómo, en general, en los niños que realizan una práctica de yoga continuada desde bien pequeños ya se pueden observar resultados a nivel corporal, postural, de psicomotricidad y equilibrio. Crecen con un cuerpo sano, flexible, coordinado, flexible y fuerte, y además lo hacen equipados con herramientas que les ayudan a conectar con su mundo interior y a gestionarlo. Desde el principio descubren que pueden recurrir a lo que han practicado en clase de yoga para tranquilizarse ante un examen, reflexionar, escucharse a sí mismos o focalizar más a la hora de estudiar.
¿ C Ó M O A Y U D A E L Y O G A A L O S N I Ñ O S ?
Aquí te explico algunos de los muchos efectos positivos que el yoga tiene sobre los niños a nivel psíquico, que podrás leer al completo en las páginas de “Crecer Juntos”.
· Recargar su cuerpo de tranquilidad. Los niños suelen pasar toda la jornada haciendo actividades: colegio, extraescolares, deberes, tiempo de juego, etc. Además, nuestra sociedad actual nos empuja hacia la inmediatez, las prisas, la sobre-estimulación con el uso ya tan normalizado de pantallas… Este ambiente contribuye a que les cueste calmarse, sean más impacientes y se aburran enseguida cuando no hay nada que hacer. El yoga les enseña a disfrutar de los momentos de tranquilidad y silencio, lo cual favorece el desarrollo de su creatividad e imaginación.
· Confianza en sí mismos. En yoga las posturas no se hacen bien o mal en comparación con el prójimo, sino que cada uno se observa para intentar mejorar en la medida de sus capacidades en ese momento. El estado anímico, la edad o la experiencia influye en la forma en que cada niño hace una determinada postura, y esta observación y aceptación sin juicio en cada momento contribuye a una mejor autoestima y confianza en las propias capacidades.
· Concentración y atención. A través del juego, y con ejercicios muy sencillos, se les enseña a meditar focalizando la mente en un pensamiento. Esto les ayuda a entrar en un estado de calma, algo que les ayuda a mejorar su rendimiento académico, pero también les proporciona unas herramientas muy valiosas para empezar a practicar la meditación, con todo lo que esto comporta.
· Respirar. La respiración es un acto involuntario que llevamos a cabo en todo momento, pero que influye en nuestro estado físico y mental. En yoga se aprende a respirar de manera consciente, lo que proporciona una herramienta para la autorregulación emocional.
· Gestión emocional. La práctica regular de yoga ayuda a los niños a gestionar mejor sus emociones, como los miedos, la angustia, la frustración, la rabia, la agresividad o las crisis coléricas, ya que la conexión con su cuerpo les ayuda a identificarlas, y el control de la respiración les permite recuperar la calma.
· Gestión del estrés. A los más mayores también les ayuda ante los retos académicos o la toma de decisiones sobre el futuro. En el caso de los niños que practican desde pequeños, esto les permite llegar a la adolescencia con una serie de herramientas que los ayudan en esta etapa vital tan complicada. En general, los niños que practican yoga se adaptan mejor a su entorno, están más conectados, se conocen mejor, se respetan y respetan más a los demás y tienen una mayor empatía.
La experiencia con mis hijas, teniendo en cuenta que todavía son muy pequeñas y que los niños con sus padres en casa se relajan y les cuesta más mantener la atención que con sus docentes, está siendo positiva. No me pongo grandes metas. Vamos explorando poco a poco los ejercicios que propongo en «Crecer Juntos», siendo muy flexible, adaptándome a sus tempos para que no se cansen y cambiando de unos a otros para que sea más dinámico. Lo que más disfrutan es representar las alegorías de los animales con las posturas, así que alterno las posturas de equilibrio con las más estables para que trabajen cosas distintas.
Mentiría si dijera que ya veo en mis hijas un estado de conciencia y unos beneficios “palpables” con tan sólo 4 y 6 años, pero sí es cierto que ya voy viendo cómo la filosofía del yoga y una incipiente consciencia sobre su cuerpo empiezan a formar parte de su vida.
Introducir el yoga en niños no es tarea fácil, porque requiere de conciencia y madurez para beneficiarte de él en su totalidad, pero los niños tienen una grandísima ventaja con respecto a nosotros, sobre todo los más pequeños que viven mucho más en el presente y suelen no tener miedo ni prejuicios, y pueden abordar la práctica desde el juego en completa libertad. El desarrollo de cualquier individuo en la filosofía del yoga es único y especial, y adentrarte en esta práctica es el mejor regalo que puedes ofrecerte a ti mismo para sentirte bien y contribuir a una salud integral.
Si te interesa profundizar en el tema y descubrir cómo el yoga puede ayudar a los niños, además de descubrir la disciplina positiva, un método educativo basado en el respeto, la conexión y el aliento, te invito a leer “Crecer Juntos”. Y si lo que deseas es descubrir el yoga para tu propio bienestar, aquí te dejo el enlace a mi primer libro, «Yoga, un estilo de vida».