«Educar en el asombro« es el segundo libro de Catherine L’Ecuyer que he leído. Aunque sea de lectura ágil, es de gran reflexión y me confirma algo que mi intuición ya me decía. Te cuento…
No es tarea fácil la que tenemos los padres en la actualidad, educar rodeados de tantos dispositivos electrónicos. Una asignatura pendiente que empieza en nosotros mismos, ¿cómo dar buen ejemplo si somos los primeros en lanzarnos en plancha a móviles, ordenadores, tablets y redes sociales?
Por ejemplo, me encuentro muchísimas veces intentando explicar a mi hija Manuela que la mayor parte de mi apego a mis dispositivos electrónicos tiene que ver con el trabajo. Desde su punto de vista, para ella es una contradicción porque también ve que es mi dispositivo de música y mi cámara fotográfica, herramientas para momentos totalmente lúdicos que disfruto también con ella.
¡Aaaaaaaahhhhhh!
Como decía arriba, está claro que el problema empieza en nosotros, que somos su primera referencia a quien imitar y no es nada fácil equilibrar delante de ella el uso propio de nuestros dispositivos. Es más, mientras escribo delante de mi ordenador, Manuela acaba de aparecer en el despacho quejándose de que su padre sólo le ha dejado ver un vídeo musical dos veces y ella quiere más…
Este libro que te recomiendo habla del asombro y de cómo necesitamos dejar a nuestros hijos que sigan el curso natural de su desarrollo neurológico para no castrar esa capacidad tan maravillosa que Platón definía como «el deseo para el conocimiento». El asombro tiene un papel clave en el desarrollo del niño, pero la sobreexposición de estímulos externos en la que nos vemos sumergidos en el siglo XXI está anulando esta capacidad. Un niño es capaz de estimularse por todas y cada una de las cosas que le rodean, incluso las cosas más pequeñas. Si constantemente la estimulación viene desde fuera, el niño pierde ese don maravilloso con el que nace y pierde el interés por el asombro.
El asombro es misterio. Como dijo María Montessori (creadora del Método Montessori), «el misterio no es aquello que no se entiende, es lo que no acabamos de conocer. Es lo inagotable. Para los niños, es fascinante ya que ven en ello una oportunidad de conocer infinita».
Parece ser que el futuro inmediato y el no parar se han apoderado del ritmo de nuestra era, pero un niño tiene la clave del verdadero tempo: vivir intensamente y con asombro cada momento del presente, y por eso es tan importante respetarles. Qué fuerte que muchas veces me da la sensación de que mi hija es lenta. Lenta al comer, lenta al vestirse, lenta para obedecer. Pero, en el libro, leo citas como «<<El cuanto antes y más, mejor>> es un mito que la ciencia ha denunciado más de una vez» y me reafirmo en algo que mi intuición ya me avisaba y me doy cuenta de lo mal que lo hago a veces. Soy yo la que debo parar, entender el tempo de la naturaleza y recuperar un ritmo más pausado, que es el que consigo cuando desconecto y me centro en vivir el momento presente, algo en lo que la filosofía del yoga me ayuda enormemente.
«La mente intuitiva es un regalo sagrado y la mente racional es un fiel sirviente. Hemos creado una sociedad que rinde honores al sirviente y ha olvidado el regalo».
Albert Einstein
Por eso, como bien dice Catherine L’Ecuyer, «es un error bombardear a bebés y niños pequeños con una estimulación sensorial excesiva con la esperanza de construir mejores cerebros. En el caos, en el ruido continuo, en la saturación de los sentidos, en la falta de límites y de disciplina, la invención y el descubrimiento no brotan».
No nos damos cuenta de la cantidad de información que se genera y recibimos en la actualidad. Es un bombardeo, algo que no hace tanto tiempo era impensable y que está debilitando cualidades importantísimas en un ser humano: la paciencia, la mirada crítica reflexiva o más profunda hacia el mundo, sopesar la relevancia de las cosas, socializar de tú a tú y cara a cara… Todo esto requiere calma, reposo, contemplación… algo muy alejado de lo que impulsa la era tecnológica. Y, cómo no, no me gustaría olvidarme de la importancia del silencio, también necesario en el proceso de aprendizaje de los más pequeños.
Por todo esto que te explico, encuentro fundamental salir de la ciudad siempre que podemos para conectar con la naturaleza. Siento la obligación de hacerlo, ya que mis padres me dieron muy buena base acercándome a la riqueza de la misma, un legado que quiero compartir con mis hijas.
Ánimo, papis, mamis, abuelos, tíos…
V.
Camiseta de The Animals Observatory