El pasado fin de semana disfruté de una belleza aplastante. Una vuelta a la naturaleza en unas pequeñas vacaciones en familia y con amigos.
Dicen que Formentera es más que una isla, es un estado de ánimo. Allí te bajan las revoluciones y, sin darte cuenta, te dejas llevar por el verdadero ritmo isleño.
Esta isla respira una deliciosa austeridad. El verdadero lujo de la simplicidad y lo autentico. El mérito es de la naturaleza y sus lugareños, pero también lo es de los que han decidido proteger esta isla, un patrimonio que nos hace tan bien a todos.
Allí resulta fácil parar y sentir. Formentera te invita a volver a ser niño y contemplar. Disfrutar el momento presente. Un paraíso y experiencia que me ha costado la resistencia de mi primera hija para volver el lunes al cole… Será que la magia de Formentera atrapó también a la pequeña Manuela.