Diría que soy una persona esteta. Apreciar la belleza, que es muy subjetiva, y disfrutar de ello para mí no tiene nada de superficial porque es un placer visual que me llena. A veces me irritan o molestan apreciaciones estéticas en nimiedades que no tendrían por qué hacerlo pero, con la madurez y ahora teniendo una niña en casa que ensucia, rompe y desordena como cualquier otro niño de su edad, cada vez más apuesto por hacer un ejercicio de tolerancia y aceptación ante estas situaciones.
En contrapartida, este ápice de mi personalidad es lo que me hace expresar mi criterio creativo también en las pequeñas cosas del día a día. Por ejemplo, el «mundo» que rodea a mi hija Manuela con respecto a su habitación y decoración, sus biberones, chupetes, baberos, … y por supuesto a sus prendas y calzado; o algo tan cotidiano como el «mundo» de la mesa.
Me divierte muchísimo jugar con la variedad y mezcla de vajillas a diario sin tener que esperar algún motivo especial. Es un lujo poder contar en casa con unos platos de calidad como son los que tengo de Vajillas de Ultramar, de una belleza austera y sencilla que me apasiona, pero también disfruto de otras piezas menos especiales y no por ello menos interesantes. Poner una mesa bonita es una cuestión de orden, composición, texturas y colores de los elementos y conseguir que convivan en armonía.
Vajilla de Vajillas de Ultramar y cuchillo vintage.
Servilletas de Merci, vajilla de Es Cucons.
Tazones de madera de Pier River (tienda de New York), tazones de Es Cucons, servilleta de Jaime Beriestain.