Nada es perfecto. Una verdad aplastante y la ventana desde donde miro al mundo.
Aceptar nuestras imperfecciones (no sólo físicas), observarlas y dejar que sean observadas, aprender de ellas y no mirar hacia otro lado es mostrar lo imperfecto y requiere una gran valentía. La actitud de ponerse en duda y cuestionarse puede parecer inseguridad, en cambio a mí me parece un ejercicio saludable que te da la oportunidad de rectificar y evolucionar.
Qué importante es la capacidad de coger perspectiva, cambiarse la gorra… Te das cuenta de que quizá no estás haciendo las cosas tan bien como creías. Estar rodeada de personas sinceras y en las que confío plenamente me ayuda. Son mis otros ojos que me acompañan, me alertan y confrontan mi imperfección. El yoga también lo hace, de una forma muy directa pero amable. Infinidad de veces, pequeños y grandes gestos de imperfección se apoderan de mi práctica convirtiéndola en la mejor metáfora de lo imperfectos que somos. La precisión, o perfección, es muy difícil de lograr, pero tampoco es ese el objetivo así que vuelvo a mi filosofía de la ACEPTACIÓN. El yoga es como la vida, un aprendizaje de largo recorrido donde las dificultades que te abordan se afrontan como tú elijas; puedes frustrarte o puedes cargarte de motivación para continuar y canalizar tu energía de forma positiva. Tú tienes el poder.
Qué imperfecta e inesperada es la vida, a veces muy bella y otras muy injusta. Así es su naturaleza y así hemos de aceptarla.
«Nada dura, nada está completo, nada es perfecto”
Richard R. Powell.