Viajar es un pelotazo para la cabeza.
Mi estilo de vida nómada, que dejé hace 2 años, me permitía mirar de una forma más libre, en pluralidad de patrones culturales y alejándome de prejuicios. Me he dado cuenta en este viaje de que esos pelotazos los procesaba de una forma mucho más natural porque sentía que formaba parte de esa globalidad. Desearía seguir en esa línea, pero la monotonía que me ha «impuesto» mi maternidad me ha hecho sentir este viaje a Vietnam de una forma distinta: desde el asombro, observando casi como si estuviera mirando a través de una pantalla. Quizá me ha pasado porque una parte de mí no estaba ahí, estaba con mis hijas… quizá porque culturalmente Vietnam es algo tremendamente alejado de mis raíces… quí lo sá.
He acompañado a mi chico en lo que ha sido una de las iniciativas más buenas a nivel de marketing que he vivido, la campaña Trophy Tour de UEFA patrocinada por Heineken. El efecto fan del mundo fútbol es bestial. Mueve masas. El momento rockstar de Carles me ponía los pelos de punta, viendo cómo miles y miles de personas le aclamaban en cada una de las ciudades que visitamos. Durante 6 días, Carles no sólo ha dado ruedas de prensa promocionando la Champions si no que cada noche formaba parte de un macro evento con música en directo en el que los fans tenían la oportunidad de conocerle un poco más de cerca y ver el preciado trofeo de la competición europea. Carles ha podido acercarse a sus seguidores vietnamitas que le han recibido con una grandísima acogida. Para esa gente, lo que ha sucedido en Vietnam estos días es lo más cercano a la Champions League que han podido experimentar y han mostrado una grandísima gratitud, algo precioso de lo que aprender. Reflexiono y pienso en lo privilegiados que somos los europeos contando con un facilísimo acceso a lo que deseemos.
Acompañados de las celebrities locales. Él es el mejor jugador de fútbol de Vietnam, Công Vinh, y ella es modelo y presentadora.
Muy a mi pesar, sólo he podido conocer las grandes ciudades de este país. Es lo que tiene ir de consorte en viaje de trabajo, el itinerario no estaba en mis manos. Ho Chi Minh, Hoi An, Nha Trang, Dha Nang y Hanoi han sido nuestras paradas. Ruido y caos son las palabras que resumen mi impresión de estas ciudades, excepto Hoi An que fue un pequeño break de ese mega desorden ordenado que caracteriza muchas urbes de Asia.
He visto muchas sonrisas y amabilidad en estas «gentes». Caras de entusiasmo que me imagino se deben al desarrollo que está viviendo el país. Algo que, en mi opinión, podrá perjudicar mucho a su preciada naturaleza y que me recuerda, desgraciadamente, a gran parte de nuestros litorales repletos de moles urbanísticas. Pero prefiero quedarme con pequeños guiños como recuerdo como la visión de coquetería y feminidad de las mujeres vietnamitas, siempre subidas en sus taconcitos. Algo que me sorprendió y me fascinaba observar.
No he podido indagar en profundidad en esta cultura, por eso me permito darte una pequeña impresión personal de lo que he visto en cada lugar.
Ho Chi Minh. La antigua Saigón es la ciudad más grande del país. Es la que me descubrió la barbaridad de cantidad de motos que transitan todas las ciudades de Vietnam. Al no contar con un servicio de transporte público competente, o casi inexistente, esta es la forma de desplazamiento que se ha impuesto. Podrás ver en mis fotos que a muchos de ellos les preocupa la polución y se cubren y protegen.
Hoi An. Lo definiría como una preciosa escenografía de tradición vietnamita. Un lugar romántico donde perderse en pareja.
Nha Trang. Un Benidorm en aguas vietnamitas.
Hanoi. Esta última es la ciudad más antigua del país, sucia y caótica como todas, pero para mí la más bonita sin duda. Disfruté muchísimo perdiéndome entre sus callecitas de sabor auténtico e histórico.
Como ya te he contado en algún otro post, desde que soy madre los viajes siempre están llenos de sentimientos contradictorios. Echo muchísimo de menos a mis hijas y vuelvo a encontrarme mirando sus vídeos y fotos una y otra vez en la lejanía. Pero este viaje me ha aportado tanto a nivel de pareja que sé que no puede más que beneficiar a mi relación con ellas y me alegro de haber ido. Sin darte cuenta, a veces se implantan dinámicas planas y grises entre la pareja cuando la rutina y las responsabilidades te absorben. Alejarte te da la oportunidad de reencontrarte, de refrescar la mirada y recuperar esas pequeñas complicidades que hacen que el enamoramiento siga latente. Mantener una pareja saludable y llena de complicidad es uno de los mejores pilares para la familia, y si yo me siento feliz y completa, ellas lo estarán también.
Comparto aquí contigo algunas de las fotos de mi álbum que te enseño al completo en Facebook.