Esta ha sido mi primera vez en Egipto, una vez más de consorte en un viaje express que me ha hecho reflexionar mucho.
El Cairo respira ese caos ordenado que recuerdo de Vietnam, tan característico del tráfico de este tipo de ciudades. Con alrededor de 20 millones de personas, pasear por sus calles es una sensación parecida a la que tienes en una ciudad europea a la salida de un concierto o después de una manifestación. Me hizo pensar en cómo un país que, desgraciadamente, se encuentra en una crisis profunda puede cubrir las necesidades de tantísimos habitantes: sanidad, educación… Qué pena que un país tan rico en historia, de gente amable con ganas de evolucionar, se encuentre en esa situación.
Tuvimos el placer de visitar la construcción de lo que, parece ser, será el museo más grande del mundo y ver, en primicia, piezas que todavía no han sido mostradas al público.
Podríamos decir que en la mayor parte de la población europea es cristiana, y podríamos decir que la de los países Árabes es musulmana. Sabemos que esto no significa que en Europa seamos todos cristianos practicantes y que no convivan otras diferentes religiones. En cierto modo, sucede lo mismo en los países Árabes y me encantó escucharlo de la voz de un egipcio que me desveló algunas verdades sobre su sociedad. No quiero entrar en el radicalismo ni los extremos que está claro que existen en este país, como en muchos otros, ya que ni entiendo lo suficiente ni es mi intención con este post. Tan sólo me gustaría compartir contigo una reflexión que me parece relevante en la actualidad. Tuvimos la suerte de contar con un excelente guía que nos hizo entender el por qué de según qué comportamientos.
Zapatos de ByPeppas
En la calle se respira la pluralidad y armonía en la que conviven diferentes religiones. Ves desde un grupo de amigas con pañuelo fumando una shisha (pipa de fumar de origen Oriental) hasta mujeres cubiertas con el burka o totalmente occidentalizadas en el mismo bar. Incluso, el guía nos contó que hay matrimonios y empresas mixtas (cristianas y musulmanas). Me sorprendió conocer la realidad de cómo funcionan los matrimonios polígamos en El Cairo; muy pocos hombres tienen más de una esposa y, a diferencia de lo que pensaba, se practica mayoritariamente en la clase baja. La razón es la siguiente: el hombre necesita pedir autorización a su mujer. Una mujer de clase alta con recursos y posibilidades puede negarse y divorciarse, ya que tiene posibilidad de mantenerse por sí misma. En cambio, una mujer de clase baja está desprotegida, probablemente sin recursos propios, lo cual separarse del hombre le supondría una situación muy desfavorable. Estas situaciones de desventaja para la mujer, dentro de un matrimonio insano, desgraciadamente existe en muchos otros lugares del mundo.
La tradición pesa mucho más que la religión. Parece ser que «Es cosa de abuelos» es una frase típica en la educación de los egipcios que puede explicar cómo, por ejemplo, chicas cristianas en Egipto (el 15% de la población es cristiana ortodoxa) lleven el pañuelo cubriendo su cabello por costumbre y no por religión. También esto atañe a la terrible costumbre de la ablación. El guía proponía ayudar a acabar con esta tradición y todo lo que conlleva a través de libros y documentos traducidos al árabe. Comentaba que, por mucho que en Occidente nos quejemos y juzguemos estas prácticas, si no somos capaces de ayudar a la población femenina de forma sutil y silenciosa, sin imposiciones, este mensaje no acabará de introducirse ya que no es tan fácil influir y cambiar una tradición de tantísimos años a través de la educación, teniendo en cuenta que existe un porcentaje considerable de analfabetos.
Las condiciones meteorológicas hacen que toda la periferia esté copada de edificios en construcción, pero habitados. Como apenas llueve, pueden permitirse no acabar las construcciones y conforme van recaudando dinero añaden plantas en lugar de aislar y ornamentar el edificio; dando un aspecto a los alrededores de ciudad fantasma y abandonada aunque no lo sea.
No tenía ni idea del origen de la decoración de los preciosos platos Islámicos. Los califas, cuando organizaban una comida o cena para sus invitados, escribían en los platos el tema que se iba a tratar en el encuentro. Con el tiempo, ha evolucionado y ahora nos lo encontramos como decoración en estas piezas de vajilla.
En definitiva, este viaje relámpago me ha causado un gran impacto y, quizá, el mejor resumen sería: deberíamos ser capaces de respetar y no juzgar a la ligera a pesar de no conocer o entender, y viajar es el mejor remedio que nos podemos regalar.