Una de las cosas que me enganchó de la práctica de yoga Ashtanga es su fluidez y cómo las posturas se enlazan unas con otras, sincronizando la respiración con el movimiento. El estilo Mysore, el que yo practico, es una auto-práctica de secuencias establecidas con la que últimamente me he permitido jugar uniéndolo con dos de las cosas que más me gustan: el baile y la música.
La música es algo visceral, es el idioma universal de las entrañas. Me conecta y me conmueve. Consigue conducir mis movimientos de una forma orgánica, dejándome llevar, y me permite fluir y entrar en un estado de total libertad. Ese es mi objetivo cuando convierto el yoga en un baile.
Este vídeo es un ejercicio en el que expongo un momento íntimo. Íntimo porque muestra una práctica libre, una en la que no hay juicios ni existe la vergüenza, una que se aleja de la racionalización de la práctica. Es un momento de expansión en el que dejo que mis sentidos se apoderen de este baile que dirige la música.
En los vídeos «bailo» con la canción Première Gymnopédie de Erik Satie. He hecho una pequeña selección de otras canciones que me gusta escuchar cuando practico yoga más libremente.
Namaste,
V.