Cotton House Hotel fue toda una sorpresa. Mi chico me llevó a este nuevo hotel de Barcelona donde encontré un edificio antiguo reformado de forma exquisita sin perder un ápice de su tradición e historia. Espacios bellísimos, comida rica, una sábanas de algodón de infarto y un servicio estupendo.
Andreu Canals, director del hotel, nos esperaba con una acogedora bienvenida empezando con un cóctel Gin-Tonic muy especial, pócima de la casa, una mezcla de cítricos con polvos de plata; y un mensaje original escrito en el espejo del baño de nuestra habitación.
Exploramos cada rincón del edificio. Cada estancia me sorprendía más que la anterior, y más aún al conocer la historia de la familia cotonera que sigue estando detrás de esta maravilla. Lázaro Rosa-Violán es el interiorista que se ha encargado de convertir este edificio del siglo XIX de estilo neoclásico en un lujoso hotel, respetando el valor que tienen las cosas con tradición. Me gusta cómo su eclecticismo convive todos los materiales antiguos, en especial con los suelos de marquetería originales que tanto me apasionan. ¡Todo un espectáculo!
El poder disfrutar de una noche sin bebé y descansar entre algodones nos dio la oportunidad de dormir largo y tendido. Eran ya las 10:30h cuando decidimos ir a desayunar, una de las cosas que más disfruto cuando estoy en un hotel. El Cotton House ofrece un despliegue que disfrutamos como niños. Se acabó convirtiendo en un brunch, ya que se acercaba la hora de comer, porque después de picotear y saborear fruta, zumos naturales, tortilla de patatas, pan con tomate y lomo ibérico, me di el gusto de añadir como postre con un crêpe de mermelada casera de naranja con nata.
Una localización inmejorable que hace que la maravillosa terraza sea un lugar a elegir para degustar el menú de mediodía, a un precio muy asequible, tanto con amigos como para trabajo este verano.